
Yessica Corral, politóloga por la UNAM
@YessUrbina
Tenía dos años sin salir a marchar el 8 de marzo, por cercanía siempre voy a la Ciudad de México. Aquel 2020, la marcha tuvo una asistencia histórica y estuvo llena de una energía que no había sentido en marchas anteriores, pero lo que más recuerdo fue la brutalidad policiaca con la que fuimos recibidas en las inmediaciones de la Antimonumenta. Nadie estaba provocando, ni incitando a la violencia, pero el gas proveniente de la policía de la Ciudad de México hizo que todas saliéramos corriendo para encontrar una ruta alterna hacia la plancha del Zócalo.
Esto ha sucedido año con año y no solo en el 8M sino en todas y cada una de las manifestaciones feministas en la Ciudad de México. También sucedió la semana pasada, aunque no con la misma brutalidad, quisiera pensar que las autoridades han reconsiderado su actuar ante la exigencia legítima de miles de mujeres que nos vemos afectadas por distintos tipos de violencia, pero estamos en una coyuntura electoral donde la actual Jefa de Gobierno está ya en su campaña presidencial y toda acción busca sumar votos y sobre todo, posicionarla como la potencial primera presidenta del país. Y es una de las muchas cosas que me he cuestionado en los últimos meses: el rol de las mujeres en la política.
Hay cosas que tengo muy claras: la lucha por nuestros derechos es política, te asumas o no como feminista; esa lucha legítima no excluye a ninguna mujer, incluyendo a todas las mujeres trans; que una mujer esté en un puesto de decisión no garantiza un avance en el cumplimiento de nuestros derechos. Cuando se intenta despolitizar, se pierde toda perspectiva sobre la desigualdad y el impacto de las violencias que atraviesan a la diversidad de mujeres, por eso es tan importante que desde el feminismo o desde donde quieran asumir su exigencia, no se pierda de vista la conciencia social.
En días como el 8M, mujeres trabajadoras de casi todos los gremios y clases sociales nos damos cita en el mismo lugar para exigir alto a todas las violencias, para exigir justicia y visibilizar lo que vivimos en la cotidianeidad. Digo casi de todos los gremios porque marchar una tarde entera entre semana es un privilegio al que muchas mujeres trabajadoras no tienen acceso y es también una carga emocional enorme porque lo que la lucha significa para muchas de nosotras. El 8M no es solo para salir a marchar, es también para reflexionar sobre los avances y los pendientes que tienen las autoridades con nosotras, igual es para conmemorar a quienes han hecho posible que ahora podamos salir a las calles y para seguirnos acompañando en la esperanza de seguir construyendo un mundo que sea justo para nosotras.
Y esto no termina en el 8M, continúa todos los días y desde todos los espacios, donde ninguna mujer sea discriminada ni violentada y seamos reconocidas como sujetas de derechos plenamente y no solo en el papel, donde las niñas puedan desarrollarse en espacios seguros y sabiendo que pueden llegar tan lejos como quieran.
Mientras el gobierno hace eventos cursis para festejar el día como si estuviera haciendo lo suficiente o al menos lo mínimo, entre nosotras nos organizamos y cada día vamos fortaleciendo el eco de nuestras exigencias sin ceder espacios que nos han sido negados de manera histórica porque esta lucha es con nosotras, por y para nosotras.