«Mi hijo llegó justo el otro día
Vino al mundo de manera habitual
Pero había aviones que atrapar y facturas que pagar
Aprendió a caminar mientras yo estaba fuera
Estaba hablando antes de que yo lo supiera
Y a medida que crecía, dijo
Voy a ser como tú, papá
Sabes que voy a ser como tú»
Cats in the Cradle, versión de Ugly Kid Joe

En el ejercicio de mi profesión como abogada litigante en materia familiar puedo compartir que los temas relacionados con familia son complejos, pero no por ello dejo de aprender. No me refiero a la parte teórica sino la práctica e incluso podrás imaginarte al punto que voy; en mayo comprendimos socialmente las diversas formas de ejercer la maternidad, desde lo bueno y lo malo, lo temas pendientes y las deudas del Estado Mexicano en materia de cuidados, una vida libre de violencia de las mujeres, derechos de niñas, niños y adolescentes y salud reproductiva. Hoy quiero hablar de un tema controvertido tal vez, pero no menos relevante: Paternidad (es).
Adriana y la paternidad desde el machismo
Adriana es una chica de 28 años que vive en casa de sus padres, por la pandemia de COVID-19 tuvo que regresar al municipio de origen e iniciar su trabajo de cero. En 2018, su padre Francisco enferma gravemente de neumonía atípica lo cual se complica con el mal manejo en el tratamiento de la diabetes e hipertensión que padece desde hace 20 años (por negligencia de Francisco y la educación machista recibida) haciendo que Carmen, Alan y Adriana asuman los cuidados de Francisco. Durante la hospitalización Carmen asumió los gastos económicos de la casa y de los cuidados remunerados de Francisco, Alan por su parte solo asistió dos veces a cuidarlo, pero no de manera positiva o como socialmente se esperaba y Adriana tuvo que asistirlo mientras Carmen trabajaba dos turnos.
La violencia de Francisco hacia Adriana comenzó desde la hospitalización hasta su recuperación e inclusive después, esto porque la familia paterna delegó en Adri la obligación moral de cuidar a su padre por muy malo que fuera (malo se referían a violento, grosero, etc.) y como tal a un padre se le debe querer y respetar. Pero, ¿Qué pasa con Francisco cuando violentaba a Alan y Adriana desde pequeños? ¿Qué sentía Adriana al saber que los cuidados la agotaban física y mentalmente, pero era su deber? ¿Cómo manejaba la situación Alan al saber que Francisco se encontraba débil y recordaba la educación machista por parte de él?
Como antecedente Francisco educó a Adriana y Alán desde la visión machista porque así la recibió. A pesar de ser un padre que físicamente está en casa en realidad es un padre ausente porque no escuchó en ningún momento a sus dos hijos, en Alan proyectó la imagen de un hombre machista, que no llora, tiene todos los lujos y comodidades. Eso sí, Alan se rebeló y cambió por completo ese tipo de educación. Caso contrario, en Adriana le recordaba siempre sus inseguridades, la obligó a modificar su proyecto de vida e incluso delegó sus sueños frustrados. A ella no se le permite equivocarse porque para él es un sinónimo de desaprobación.
Esto es una pequeña parte del reflejo de la paternidad ausente ligada a los estereotipos y roles de género, el machismo y la nula sensibilidad en el manejo emocional. Situación que compagina con la ausencia total o parcial del padre en la labor de cuidados, la violencia económica en contra de los hijos e hijas al incumplir con la pensión alimenticia o bien, en la falta de convivencia porque la convivencia no solo consiste en comprar cosas y ya, implica una correspondencia en la escucha activa, crianza respetuosa y apoyo en las diversas etapas de la vida.
Paternidad Ausente
Culturalmente, México posee referencias de la paternidad ausente que incluso son adoradas desde diversas áreas; por ejemplo: en la música hay canciones sobre eso, de las cuales “El reloj cucú” es la más famosa, ya sea en versión con el grupo Maná o Aarón y su grupo ilusión describen la perspectiva del hijo sobre su padre y la doble jornada que su madre tuvo que realizar para garantizar su cuidado. Otra referencia a la paternidad ausente, aunque derivada del machismo de la época se encuentra en Coco, la película de Disney Pixar.
Por otra parte, en los medios de comunicación se vanagloriaba la paternidad ausente a través del humor negro o la comedia que reflejaban la paternidad inflexible como ideal vulnerando perspectivas trascendiendo hasta los prejuicios, estereotipos y estigmas hacia niñas, niños y adolescentes. Adicionalmente, la violencia simbólica también afecta a las mujeres madres autónomas porque realizan triple jornada para cubrir las necesidades primordiales de hijas e hijos, pero los padres no tienen consecuencia alguna.
La paternidad ausente también se observa en el ámbito legal: el incumplimiento de la pensión alimenticia y la violencia vicaria demuestran que la práctica es más compleja derivado de la perspectiva del Derecho. Retomando la cita de Catherine Mackinnon “El Derecho ve y trata a las mujeres como los hombres ven y tratan a las mujeres” vulnera los derechos de las mujeres en conjunto con niñas, niños y adolescentes en múltiples esferas: alimentación, dignidad, calidad de vida, limita o modifica el proyecto de vida de las mujeres al delegar una triple carga laboral: desde cuidados no remunerados hasta la ejecución de dos o más turnos laborales para cubrir las necesidades de hijas e hijos. La nula empatía de las autoridades de juzgar con perspectiva de género en los procesos familiares y re victimizaciones constantes.
Habría que decir también del reconocimiento de paternidad: por lo general son las mujeres quienes solicitan este procedimiento en materia familiar porque justo las referencias sociales y jurídicas delegan esto indirectamente generando gastos legales derivados de la pericial de ADN.
Paternidades activas o mejor dicho Corresponsabilidad en la Crianza:
De manera reciente se incorporó en la Ley Federal del Trabajo la licencia por paternidad en 2012, a través del artículo 132 en la fracción XXVII bis establece la obligación de empleadores de otorgar cinco días con goce de sueldo a los trabajadores por concepto de paternidad: es decir por nacimiento de hijo o hija e incluso adopción. No obstante, en la práctica resulta ser complicado porque cinco días no son suficientes para crear lazos afectivos generando cargas laborales para la madre.
En 2021 la Suprema Corte de Justicia de la Nación implementó la licencia de paternidad equivalente a tres meses con goce de sueldo considerando igualitaria la participación de los hombres en la crianza compartida generando un avance en la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres permitiendo la convivencia con hijas, hijos e hijes.
Hablar de las paternidades activas considera la oportunidad de cambiar los patrones de crianza entre hijas e hijos demostrando el manejo y exploración de las emociones, los aprendizajes o acompañamiento físico y afectivo durante las etapas de vida; recordando también la labor de cuidados directos e indirectos: desde alimentar, bañar, asistencia médica hasta limpiar, lavar la ropa, barrer, preparar la comida porque ese sentido de bienestar deriva un derecho de medio ambiente sano y desarrollo.
Curiosamente, los padres jóvenes están cambiando esos paradigmas, pero también depende el contexto social y cultural donde el ejercicio de la paternidad activa se desarrolle, por ejemplo: compañeros o amigos cuya paternidad inició entre los 24 a 30 años todavía manifiestan una crianza similar a la paternidad ausente, es decir, todavía denota la carga laboral a las mujeres y la razón es simple: el contexto social determina las formas de crianza porque justamente no hay redes de apoyo. No con esto se generaliza el ejercicio de la paternidad porque no es lo mismo una paternidad en la ciudad a una paternidad en zonas rurales.
La paternidad ejercida en zonas rurales cambia profundamente porque mantiene el rol de proveedor del hombre, pero también presenta un acompañamiento hacia los hijos e hijas (escucha activa); en la ciudad, la paternidad se adapta a las rutinas de trabajo, pero no se aleja de ese acompañamiento y escucha; combinando horarios para el reparto equitativo de las labores de cuidado.
Finalmente, el ejercicio de la paternidad en el contexto actual debe permitir el reconocimiento social y económico de las labores de cuidado fomentando la participación activa en la crianza respetuosa compartida porque lejos de ser una obligación (que no debería) es un derecho ligado a niñas, niños y adolescentes, eliminando los roles de género porque lo ideal es contar con una vida libre de violencia, fortalecer la autoestima de los integrantes de la familia, visibilizando los diversos tipos de familia (copaternidad) pero sobretodo con la renuncia de los privilegios que el patriarcado les ha dado a los hombres; sin asignar el papel de “padre” a las mujeres porque no, ellas son madres autónomas.