Universidad: mujeres, jerarquía y liderazgo

Sandra Gómez González, especialista en políticas de educación superior, @SandraJudithG

El objetivo de las siguientes líneas es reflexionar sobre la participación de las mujeres dentro de las universidades, en particular de su incursión en los cuerpos colegiados y unipersonales de gobierno: Consejos universitarios y Rectoría. Se realizarán algunos apuntes para discutir sobre las dinámicas y estructuras de poder que prevalecen en los sistemas de educación superior en los que la participación de la mujer en los puestos de mayor jerarquía y liderazgo se da en condiciones de inequidad. El propósito es arrojar luz sobre aquello que es posible realizar en lo inmediato como política y programa institucional, o en su caso acción afirmativa, para acortar la brecha que separa a mujeres y hombres cuando se trata de llegar a las posiciones de mayor jerarquía y liderazgo en los máximos órganos de gobierno de las universidades.

La discusión se centrará en las Universidades Públicas Estatales, conocidas como UPES. Son un subsistema o conjunto de instituciones educativas que forman parte del Sistema de Educación Superior Mexicano. Entre sus principales características están que poseen autonomía para gobernarse y administrarse y que el financiamiento que reciben proviene una parte de la Federación y otra de estado en dónde se encuentre, a estos se les llaman recursos ordinarios. Otra fuente importante de financiamiento para estas universidades, son los fondos extraordinarios a los que tienen acceso a través de fondos  concursables. Conocer este dato ayuda a entender un poco el funcionamiento de las UPES y la dinámicas que se generan al interior.

La autonomía garantizada por el artículo 3ro. Constitucional, permite que las universidades tengan sus propios órganos de gobierno unipersonales y colegiados, en su mayoría estas UPES cuentan con la figura unipersonal en Rectoría y con un cuerpo colegiado principal que puede ser el Consejo General Universitario o la Junta de Gobierno.

Los Consejos Universitarios representan a la población universitaria de la institución, el tamaño varía de uno a otro, actualmente podemos encontrar Consejos de 20 integrantes y hasta de 350 integrantes miembros. Al revisar las minutas y las páginas oficiales de las instituciones es posible observar que se guarda un equilibro proporcional entre la participación de la población estudiantil, académica y de autoridades, pero al día de hoy, salvo algunas excepciones, no es posible encontrar información que nos permita conocer el porcentaje de mujeres y hombres dentro de estos Consejos.

Es importante conocer el número de mujeres que participan en estos espacios, sus características ya sea que representen o no a un sector poblacional en particular, así como sus trayectorias académicas y profesionales, pero, ¿de qué nos servirá esta información? ¿por qué es relevante? la respuesta es sencilla: conocer las motivaciones que las llevaron a formar parte de un Consejo Universitario, identificar los principales obstáculos a los que se enfrentan para ejercer el cargo y reconocer los aspectos estructurales que impiden que las mujeres lleguen a esa y otras posiciones de mayor jerarquía permite la generación de propuestas para equilibrar la balanza y lograr que más mujeres, investigadoras, académicas, directoras, alumnas, etc., influyan en la toma de decisiones de su institución.

La composición, características y procesos de negociación y decisión de los Consejos Universitarios tienen mucho que ver con el rumbo que toma una universidad, en estos órganos colegiados participa gran diversidad de perfiles con distintas trayectorias que enriquecen el diálogo y que pueden ser contrapesos cuando las decisiones tomadas no favorezcan o perjudiquen a alguna de las partes que conforman la comunidad universitaria.

Son también centros de poder donde se construyen alianzas y se generan acuerdos que repercuten en la calidad educativa, en el desempeño institucional y en general que definen la vida interna de la universidad. Una presencia equilibrada de mujeres en los Consejos representa la oportunidad de proponer y defender los programas y criterios que garanticen la equidad de género y el acceso igualitario a las oportunidades de desarrollo profesional.

Para la mayoría de las Universidades, después del Consejo Universitario, el cargo de Rectoría es el órgano unipersonal de mayor autoridad. En este caso la participación de las mujeres no es mejor que en los Consejos, si bien podemos encontrar rectoras (por ejemplo en la Universidad Veracruzana o la Universidad de Quintana Roo), en general, particularmente en las Universidades Públicas Estatales, el porcentaje de quienes llegan a este espacio sigue siendo muy bajo. Esto obedece a factores propios de las circunstancias de las mujeres que compiten en situaciones de inequidad, factores que entre otras cosas, tienen que ver con una tradición y cultura en la que se considera que estos espacios no son del “agrado” o no son lugar para las mujeres.

¿Qué podemos hacer en lo inmediato y a mediano y largo plazo para garantizar una competencia igualitaria, basada en méritos y al mismo tiempo siendo conscientes de las circunstancias culturales y sociales de las mujeres?

Afortunadamente contamos ahora con mujeres investigadoras, académicas y activistas que contribuyen a la denuncia y búsqueda de soluciones, en distintas investigaciones se observa que la diversidad de opiniones y trayectorias contribuyen a mejorar la productividad, por lo que se puede asegurar que entre mayor sea la participación igualitaria y equilibrada de mujeres en los puestos de mayor jerarquía, liderando equipos de trabajo donde participan personas de distintos géneros, los resultados serán mucho mejores y de mayor alcance.

A manera de propuesta:

Estamos en buen momento de revisar y actualizar las leyes orgánicas de las universidades, para estudiarlas con perspectiva de género y modificarlas para utilizar un lenguaje neutro que conserve en la medida de lo posible la economía del lenguaje. Es importante discutir sobre la pertinencia e importancia de cambiar los títulos en los que se refiere al puesto de Rectoría solamente como Rector, cuando podría nombrarse “De la Rectoría” , “El cargo de Rectoría” o simplemente “Rectoría”; este cambio en las palabras contiene un gran significado, no sólo por cuestiones semánticas sino también por lo que implica para el imaginario colectivo de las mujeres y la sociedad entera, es permitir al intelecto visualizar de manera natural y posible el hecho de que una mujer es capaz de ejercer dicho cargo de manera eficaz, eficiente y honesta, justo como ya lo han realizado y lo están haciendo actualmente las mujeres que ejercen dignamente este cargo.

Esta es sólo una propuesta para ir cerrando la brecha que separa a hombres y mujeres cuando ser se trata de tener voz y voto en espacios de decisión. Es el comienzo de cambios que esperamos ver en el corto plazo, propuestas para integrar a la discusión las ideas y necesidades de las mujeres, que paradójicamente representamos más de la mitad de la población universitaria. Integrar este sector a los órganos de gobierno enriquecerá la discusión y muy probablemente fortalecerá el desempeño de las instituciones.

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