Desmitificando el amor romántico (en tiempos de pandemia)

Monserrat Vázquez, filósofa politóloga y activista @monsshine

El amor es el lugar por excelencia de la negación del mundo social.

Pierre Bourdieu.

Muchas científicas sociales feministas se hacen la siguiente pregunta en sus textos y reflexiones: ¿cómo es posible que en el mundo occidental haya tanto que decir sobre el amor, pero haya tanto silencio cuando se habla de desamor? Para algunos, el amor romántico representa una especie de refugio, de calidez o compasión que pareciera que están desaparecidos o son difíciles de encontrar en una época donde las relaciones afectivas son más frágiles y desechables, incluso podríamos rescatar una tesis de Bauman sobre el amor en el capitalismo tardío, que nos prepara y “capacita” para desechar los vínculos humanos y la disolución de lazos entre las personas. Para otros, el amor romántico representa una suerte de esclavización, un síntoma de “muerte” de la voluntad y sujeción hacia un molde donde deben encajar una serie de cánones y conductas, a lo que es imprescindible añadir que aquí están incluidas la gran cantidad de expectativas tan específicas que definen e incluso determinan el rol de género que una mujer se espera que desempeñe dentro de una relación afectiva. Además de eso, hay todo un constructo de características que una mujer debe poseer para que “encaje” y “quepa” en estas expectativas depositadas en ella sobre el romance y las experiencias emocionales en las que debe participar, que además el capital fomenta y construye mediante una serie de narrativas que se incrustan en el lenguaje, los medios de comunicación o las esferas culturales para construir y legitimar obligaciones que una mujer debe cumplir dentro de un rol de pareja. También es cierto que existen una serie de elementos psicológicos que han sido integrados en la retórica capitalista, donde bajo una serie de discursos reiterativos y dogmáticos, le enseñan a la mujer desde pequeña cuál es su rol a cumplir, cuáles son las cualidades que debe poseer y el tipo de relación al que debe aspirar, y conforme ella crece, interactúa en sus diversos espacios como la escuela, el trabajo o el núcleo familiar, estas conductas que evidentemente no forman parte de su voluntad o característica esencial que la define o identifica, más bien forman parte del proceso de transformación que han sufrido sus emociones, a través de la modificación de una serie de elementos socioculturales y de comunicación que se ejercen desde las esferas de poder y se reproducen en los hogares, en las amistades, y entre las relaciones interpersonales.

Hay maravillosas autoras, filósofas y sociólogas que han convertido en objeto de estudio el amor romántico y la forma en que el capitalismo mercantiliza las emociones y los roles de género, una de ellas es Eva Illouz (Marruecos, 1961). Dentro de sus reflexiones, ella hace una muy puntual sobre cómo se conecta el amor con la cultura del capitalismo tardío, así como su relación con la clase. ¿En qué consiste esta interacción entre amor y capitalismo? Eva menciona a través de varias consideraciones y deliberaciones, que existen una serie de mecanismos idealmente creados para provocar una intersección de las emociones románticas con aspectos culturales, económicos y la organización social dentro del capitalismo tardío, y es cierto que dentro de este modelo socioeconómico de modificaciones culturales, se han fragmentado las clases sociales donde cada vez surgen más grupos diferenciados por su estilo de vida. Ésta representa en sí una de las grandes contradicciones del capitalismo y forma parte del análisis de Eva Illouz: el capitalismo permite que todos participen de la esfera del consumo, pero al mismo tiempo conserva, reproduce y agrava la concentración de la riqueza donde se legitima la división de clases. Es en esta división donde el amor romántico y sus prácticas se definen también por esta dualidad inverosímil que representa el capitalismo. El amor romántico es ahora un elemento incluso del ideal democrático, la “prosperidad” y abundancia que derivó de la mercantilización masiva donde se ofrece una utopía que pareciera que trasciende las brechas de clase, pero irónicamente se alimenta de la dominación económica y simbólica en la estructura sociocultural de las llamadas democracias liberales o las social-democracias, bajo el enunciado falso y quimérico de la libre elección.

Para sintetizar: mediante la capitalización de las emociones y mercantilización de modelos utópicos de relacionarse, el amor romántico se construye y consolida dentro de las divisiones sociales y las contradicciones propias del modelo, donde a su vez es parte fundamental de la cultura capitalista, ayudándole a validarse mediante la división del trabajo y las expectativas de género y socioculturales.

Es imposible no pensar en Engels y la forma en que nos previno sobre cómo la familia subyuga a las mujeres, donde la imagen del matrimonio es una condición de pertenencia y de clase y donde más allá del amor, la causa que motiva es la conveniencia (Marx y Engels incluso hablaron del éxito del amor cuando éste se separa de la mercancía y los intereses económicos) y en Erich Fromm, quien señalaba que el amor moderno está delimitado por las relaciones de intercambio dentro del capitalismo. Quizás esto puede representar un punto de partida para transitar a la desmitificación del amor romántico: ¿Cuáles de nuestras expectativas hacia nuestros roles y de nuestra pareja pertenecen genuinamente a nosotros, cuáles se nos han enseñado? ¿De qué manera podemos separar el amor y el erotismo de las exigencias que impone el capitalismo en sus diversos camuflajes socioculturales? ¿Cómo transformar y trascender de las representaciones de la cultura popular sobre el amor? ¿Cómo reafirmar elecciones soberanas y en resistencia frente a las normas establecidas sobre lo que debe ser en el amor en el capitalismo tardío?

De ninguna manera se pretende hablar de la fragilidad del amor o de los vínculos humanos como una verdad inherente e inapelable, hay honrosas excepciones en las nuevas realidades y en sujetos que confrontan, cuestionan y reescriben sobre las relaciones afectivas, el amor y la ternura. Caminar hacia un amor libre del dogma del capital, de las relaciones mercantiles y de rol, y más en función de profundizar sobre lo que entendemos de las diferentes formas de amar, es reconocer también cuando estas formas ajenas a nosotros sobre el amor representan una afrenta en cómo nos relacionamos, y actuar en consecuencia.

Si deseamos aprender a amar, debemos proceder en la misma forma en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte: música, pintura, carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería. El acto de amar en sí mismo representa una actividad productiva. Implica cuidar, conocer, responder, afirmar, gozar de una persona, de un árbol, de una pintura, de una idea. Significa dar vida, aumentar su vitalidad. Es un proceso que se desarrolla y se intensifica a sí mismo.

Erich FRomm

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