La colaboración legislativa de las mujeres: reseña del libro Gendering Legislative Behavior: Institutional Constraints and Collaboration de Tiffany D. Barnes

Lorena Vázquez Correa es estudiante de Doctorado en Derecho en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, maestra en Estudios Sociales (Procesos Políticos) por la UAM-I e investigadora en el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República @lorenavazcorrea

Uno de los libros más fascinantes, novedosos y académicamente rigurosos que he leído sobre representación política de las mujeres se llama Gendering Legislative Behavior: Institutional Constraints and Collaboration, de Tiffany D. Barnes.[1], donde analiza la colaboración legislativa en los procesos de elaboración de políticas, y argumenta que todas y todos los legisladores (incluyendo las mujeres y las minorías parlamentarias) pueden influir en el proceso de elaboración de políticas a través de la colaboración, entendida como el proceso en el que las y los legisladores trabajan juntos para obtener un resultado nuevo (la aprobación de legislación).

En Gendering Legislative Behavior: Institutional Constraints and Collaboration, Barnes nos invita y desafía a repensar la democracia representativa desde una perspectiva más colaborativa que competitiva y, a partir de ahí analizar la participación de las mujeres en las legislaturas. Como resultado, esta rigurosa e innovadora investigación contribuye a nuestra comprensión sobre cómo y cuándo las mujeres tienen voz en el proceso de elaboración de políticas públicas. En este texto hago una reseña del libro referido enfocada en los hallazgos de Barnes sobre la representación política de las mujeres:

  • Pese al incremento de mujeres en las legislaturas (representación descriptiva), las legisladoras siguen marginadas en las dinámicas internas de las legislaturas y enfrentan barreras estructurales, formales e informales, para influir en la agenda legislativa. Al igual que los legisladores de grupos parlamentarios minoritarios, las legisladoras se encuentran en una posición de debilidad institucional en las legislaturas que les impide ejercer el poder en igualdad de condiciones que los hombres. Por ejemplo, las mujeres tienen menos posibilidades de acceder a posiciones de liderazgo al interior de las legislaturas y en las comisiones importantes (Barnes 2014; Heath et al. 2005; Kittilson 2006). En cambio, los legisladores con poder influyen desproporcionadamente en la agenda legislativa, en el contenido de la legislación y en la distribución de recursos legislativos.
  • Las mujeres colaboran más que los hombres. En un escenario de marginación institucional, la colaboración entre las legisladoras constituye una estrategia efectiva para ampliar su poder y extender su influencia como grupo en el proceso de elaboración de políticas, es decir, para superar las barreras estructurales que limitan su poder político. De ahí que las mujeres tienen más incentivos que los hombres para colaborar entre ellas.
  • La colaboración de mujeres varía entre una legislatura y otra. La evidencia muestra que en algunos Congresos hay más colaboración entre legisladoras que en otros. Barnes muestra que la colaboración entre mujeres es más probable cuando las o los líderes partidarios (o, en su caso los coordinadores (as) de los grupos parlamentarios) ejercen poco control sobre el comportamiento de las y los legisladores y les permiten desarrollar una agenda legislativa más allá de los límites y la plataforma partidista. En cambio, en contextos donde el control partidista (disciplina partidaria) es fuerte, el incremento de las mujeres en las legislaturas aumenta los incentivos del (la) líder partidista para presionar a su bancada para que demuestre su lealtad al partido y, por tanto, para limitar la colaboración legislativa.
  • Algunas legisladoras colaboran más que otras. Las legisladoras que son integrantes del partido en el gobierno (el partido en el Poder Ejecutivo) tienen menos presiones partidistas que las legisladoras de los grupos de oposición, de ahí que tienen más posibilidades de colaborar con sus colegas mujeres. Asimismo, las legisladoras con una larga trayectoria política y experiencia en múltiples cargos públicos están más dispuestas a desafiar las normas partidistas que las legisladoras junior.
  • Más mujeres en las legislaturas, más colaboración. El estudio de Barnes muestra que el incremento en el porcentaje de mujeres en las legislaturas hace más evidentes las barreras estructurales que enfrentan, pero esto no implica necesariamente que la colaboración entre ellas será automática. Cuando una mujer no es consciente de que las experiencias propias son compartidas por sus colegas, es menos probable que reconozca que las barreras estructurales que enfrenta son sistémicas y favorecen desproporcionadamente a ciertos grupos.   
  • Las mujeres legisladoras priorizan más la agenda de género que los hombres. Las legisladoras colaboran más entre ellas en temas que impactan la vida de las mujeres que con los hombres, esto se debe a que la mayor parte de dichos temas no eran parte de la agenda legislativa sino hasta que las mujeres se integraron progresivamente a estos espacios de poder. Así, las legislaturas en su conjunto pueden dimensionar y comprender mejor los problemas de los grupos históricamente subrepresentados y sus intereses al incluir la variedad de perspectivas poblacionales, tal como ha sucedido con la agenda de las mujeres.
  • Las mujeres colaboran más si integran una bancada de mujeres o si son parte de la comisión de igualdad de género. El análisis de Barnes muestra que a medida que aumenta la proporción de mujeres en la legislatura, disminuye la probabilidad de que los hombres trabajen con mujeres fuera de su partido político. No obstante, si las mujeres integran una bancada de legisladoras (formal o informalmente), aumenta la probabilidad de que hombres y mujeres legisladoras acepten colaborar en la aprobación de ciertos marcos normativos.
  • La colaboración mejora la democracia al promover la inclusión y participación de todos los grupos. Para que la democracia sea legítima, necesita incorporar preferencias e información de todos los legisladores (no solamente de aquellos que ganen la mayoría) más allá del proceso de agregación de preferencias a través del voto. A través de la colaboración, todos los legisladores (incluyendo las minorías parlamentarias) pueden compartir preocupaciones, concientizar respecto de un problema, ingresar temas en la agenda, influir en decisiones grupales y moldear el resultado, es decir, el contenido de las leyes.
  • La colaboración tiene costos políticos. La colaboración contribuye a que los legisladores no puedan atribuirse el crédito exclusivo por la aprobación de la legislación y que hagan compromisos sobre el contenido de la misma o, en otras palabras, para que produzcan políticas más eficaces y efectivas. Los legisladores de los grupos que son primera fuerza no tienen grandes incentivos para cubrir los costos de la colaboración para influir en las políticas, puesto que tienen otras vías para influir derivadas de las posiciones de poder en que se encuentran. En cambio, las y los legisladores con menos poder tienen menos recursos a su disposición y, por tanto, tienen mayores incentivos para colaborar entre ellos. 

En suma, este libro es una gran herramienta para repensar la democracia representativa a partir de los aspectos colaborativos del proceso de elaboración de políticas. Teóricamente el libro está discutiendo con la literatura de primera línea sobre reglas electorales (Cox 1997; Duverger 1954), y organización legislativa (Weinggast y Marshall, 1988), la cual se ha basado mayoritariamente en definiciones procedimentales de la democracia (Shumpeter 1942); y han concebido el poder como atributo de la mayoría que se mantiene por medio de la exclusión y la competencia (Lijphart, 2012).

Empíricamente la investigación desafía a la academia a observar el comportamiento legislativo a partir de los procesos colaborativos más allá de la agregación de votos o del voto estratégico entre un conjunto de resultados predeterminados para maximizar las preferencias. Para ello, Barnes compara el comportamiento legislativo de más de 7 mil mujeres y hombres legisladores de 18 provincias argentinas y el distrito federal en el periodo de 2007 a 2013, y recopila evidencia de 200 entrevistas a legisladoras (es) y especialistas parlamentarios (as). Pero la investigación de la autora no se queda únicamente en la evidencia de Argentina, puesto que también analiza la colaboración en el Senado de Estados Unidos de América, la Cámara de Diputados de Ruanda, el Congreso de Uruguay y el Parlamento Sudafricano.

Por todas estas razones, considero que el fascinante libro de Barnes ofrece elementos para dibujar un panorama más completo de la democracia representativa, y amplía nuestro conocimiento sobre el poder de las mujeres y cómo las instituciones estructuran los procesos de aprobación (o no) de políticas. Con justa razón, Ernesto Calvo describió este libro como el mejor que ha leído sobre política legislativa; Miki Caul Kittilson se refirió a él como una lectura esencial para quienes hacen ciencia política comparada, Mainwaring dijo que es una investigación muy bien hecha y Morgenstern refiere que es una contribución teórica relevante.   

La investigación de Barnes no solamente nos otorga elementos para saber cómo y en qué contextos las mujeres tienen voz en el proceso de elaboración de políticas públicas, sino también sobre cómo las instituciones legislativas incorporan las preferencias e información de todos los legisladores (no solamente aquellos que tienen la mayoría), lo que contribuye a incrementar la representación sustantiva y simbólica y, por tanto, a que la democracia sea legítima, toda vez que el liderazgo basado en consensos y en la colaboración es más efectivo para producir soluciones políticas de largo plazo.


[1] Barnes, Tiffany D. (2016). Gendering Legislative Behavior. Estados Unidos de América: Cambridge University Press.

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