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LAS VOCES DE LAS FEMINISTAS NEGRAS Y DESCOLONIALES EN RESPUESTA A LOS FEMINISMOS HEGEMÓNICOS BLANCOS: UN DIÁLOGO CRÍTICO ENTRE HAZEL CARBY Y MARÍA LUGONES

25 enero, 2024

INTRODUCCIÓN

Arianne Gisselle León Rivera @ari_glr

Los textos de Hazel Carby «Mujeres blancas, ¡escuchad! El feminismo negro y los límites de la hermandad femenina» y de María Lugones «Colonialidad y Género: Hacia un Feminismo Descolonial» abren una ventana muy interesante a las voces de las feministas negras y descoloniales, desafiando el feminismo blanco hegemónico. Estos textos que tienen cuarenta y un años -después de la primera publicación de Carby- y quince años el de Lugones, nos muestran que sus reflexiones siguen siendo aplicables en la actualidad. 

De esta manera, se propone analizar el diálogo entre Carby y Lugones destacando las convergencias en sus planteamientos. Se explorará como ambas autoras abordan cuestiones fundamentales como la colonialidad, la interseccionalidad, entre otras. Asimismo, se reflexionará sobre la vigencia de sus críticas en el contexto actual, considerando la necesidad de replantear el feminismo hegemónico blanco y avanzar hacia una comprensión de las experiencias de las mujeres de color.

En definitiva, este diálogo crítico entre Carby y Lugones representa una contribución valiosa para la construcción de un feminismo inclusivo, que reconozca y respete la diversidad de las voces femeninas y desafíe las estructuras opresivas arraigadas en la intersección de género, raza y clase.

  1. CONTEXTUALIZACIÓN DE LOS TEXTOS Y LAS AUTORAS

Hazel V. Carby ligó la tradición feminista negra norteamericana con el feminismo negro británico de la década de los ochenta. El texto «Mujeres blancas, ¡escuchad! El feminismo negro y los límites de la hermandad femenina», se publicó por primera vez en 1982 en uno de los libros de referencia de los Estudios Culturales, The Empire Strikes Back. Este texto es considerado uno de los estudios de referencia del feminismo negro británico, porque por un lado sistematiza las críticas del feminismo negro al feminismo blanco y, por otro lado, interpela que hay tres conceptos centrales de la teoría feminista que se vuelven problemáticos en su aplicación a las vidas de las mujeres negras: la familia, el patriarcado y la reproducción (Jabardo, 2012).

Lo que hace Carby en el texto es proponer maneras a través de las cuales se puede comprender la triple opresión: género, raza y clase, como determinantes de las vidas de las mujeres. De este modo, de acuerdo con la autora las mujeres negras están sujetas simultáneamente a las opresiones del patriarcado, la clase y la raza, lo que hace que sus experiencias sean marginales e invisibles.

María Lugones filósofa y académica, influenciada por los feminismos afroamericanos y chicanos, la llevaron a reflexionar sobre racismos criollos y mestizos en América latina, que actualizaban las violencias coloniales. En su texto «Colonialidad y Género: Hacia un Feminismo Descolonial» publicado en 2008,visibilizó un vacío dentro de lo que hasta entonces se entendía como la colonialidad del poder. Lugones abre una discusión y propone que desde los feminismos descoloniales se pueden generar estrategias de resistencia antirracista (Mariana Favela, 2020).

Lugones investiga la intersección de raza, género y sexualidad para entender las violencias hacia las mujeres de color[1], no blancas, víctimas de la colonialidad del poder y del género. Su investigación la aborda desde dos marcos de análisis: La interseccionalidad y la colonialidad- descolonialidad (desde la perspectiva de Aníbal Quijano).

El texto de María Lugones se encuentra en la intersección de la teoría feminista, los estudios descoloniales y la filosofía, contribuyendo a la comprensión más amplia de cómo la colonialidad del poder influye en las experiencias de género y cómo se puede avanzar hacia un feminismo descolonial que abarque la diversidad de las experiencias de las mujeres en todo el mundo.

  1. DIÁLOGO ENTRE LAS DOS PERSPECTIVAS

Me parece interesante revisar los textos de María Lugones y Hazel Carby quienes, a partir de experiencias y enfoques distintos, han delineado perspectivas cruciales sobre la colonialidad y racismo de las mujeres no blancas[2], para poder fijar una postura sobre la importancia de los análisis de interseccionalidad entre género, raza, clase, como categorías que oprimen a las mujeres. Para concluir que el feminismo no se funda sobre la idea de un único, universal sujeto.

Lo interesante es que mientras Lugones aborda o trata de explicar el feminismo descolonial, en el texto de Carby se da una repuesta desde los feminismos negros a los blancos. En última instancia ambos textos abordan una serie de temáticas interesantes sobre la intersección del género y la raza, clase sexualidad, la categoría de mujer, la respuesta de estos feminismos al feminismo blanco, entre otras.

Comenzaré identificando los planteamientos en los cuales cada una de ellas ha hecho una reflexión al respecto. Este apartado será meramente descriptivo para fijar las posturas de las autoras que permitirán realizar un diálogo más crítico.

  1. Sujeto político en los feminismos que plantean Carby y Lugones.

En el texto de Carby se habla de mujeres negras como representantes del feminismo negro, aunque también se citan ejemplos con mujeres asiáticas, e incluso se recuperan aportaciones de una organización de mujeres de ascendencia asiática y africana (2012, pág. 241). Por su parte, Lugones habla de las mujeres de color: no blancas, víctimas de la colonialidad del poder y del género; mujeres que han creado un análisis crítico de feminismo hegemónico, por ignorar las interseccionalidades como representantes de ese movimiento. Para esta autora, es más conveniente referirse a mujeres de color ya que esta frase “no apunta a una identidad que separa, sino a una coalición orgánica entre mujeres indígenas, mestizas, mulatas, negras: Cherokees, Puertorriqueñas, Sioux, Chicanas, Mexicanas, […], en fin, toda la trama compleja de víctimas de la colonialidad del género” (2008, pág. 13).

  • Colonialidad.

Esta categoría es mucho más clara en Lugones quien le dedica una gran parte de su texto a explicar qué significa y cuáles son las consecuencias de la colonialidad en las opresiones que sufren las mujeres de color. A pesar de ello, me parece que podemos rescatar algunas aportaciones que se dan al respecto en el texto de Carby. Para seguir entretejiendo la ruta de las críticas a lo que las dos autoras llaman feminismos blancos.

De este modo, comenzaremos con el texto de Lugones, quien realiza un aporte interesante para distinguir entre colonialidad y colonialismo. La diferencia radica en que este último no incluye necesariamente relaciones racistas de poder. La colonialidad, en tanto capitalista, eurocéntrica y global, vela las maneras en que las mujeres colonizadas no-blancas, fueron subordinadas y desprovistas de poder. De este modo, la colonialidad del poder introduce, de acuerdo con la autora, la clasificación social universal y básica de la población en términos de raza. Este concepto permite el surgimiento de nuevas identidades geoculturales y sociales e identidades raciales. Esta clasificación, afirma, es la “expresión más profunda y duradera de la dominación colonial” (Lugones, 2008, pág. 20).

Al respecto, Carby indica que las mujeres blancas del Movimiento de liberación de las mujeres (WLM) no se consideran como opresoras, porque esto supondría poner en segundo plano su opresión. Por ello ocultan su implicación en el imperialismo y en el colonialismo, e ignoran los beneficios que han obtenido de la opresión de las mujeres negras. Estas formas de opresión (imperialismo y colonialismo) para las mujeres blancas son aspectos de un patriarcado omnipotente, más que como un conjunto de relaciones sociales en las que ellas sostienen posiciones de poder en virtud de su «raza» (2012, pág. 224).

De este modo, al beneficiarse las mujeres británicas de la explotación económica de las colonias, por sus implicaciones racistas, se deben reconocer actitudes pro-imperialistas de muchas feministas y sufragistas del siglo XIX y de principios del XX.

Por otro lado, Lugones explica que la “colonialidad» no se refiere solamente a la clasificación racial. Es un fenómeno abarcador, ya que se trata de uno de los ejes del sistema de poder y, como tal, permea todo control del acceso sexual, la autoridad colectiva, el trabajo, la subjetividad/intersubjetividad y la producción del conocimiento desde el interior mismo de estas relaciones intersubjetivas” (2008, pág. 20).

Por su parte, Carby explica que el colonialismo no se limitó a la imposición de sistemas económicos, políticos y religiosos, sino que también sedimentó normas racistas y sexistas en los sistemas de sexo/género tradicionales. Es decir, los sistemas de sexo/género estuvieron influenciados por el sistema de sexo / género de los colonizadores.

  • Interseccionalidad.

Este concepto se recoge de manera clara y muy similar en las dos autoras. Por un lado, Carby explica que las luchas y experiencias de las mujeres negras al estar articuladas por el racismo, no pueden ser iguales que las luchas y experiencias de las mujeres blancas. De acuerdo con ella, es importante que se reconozcas las especificidades de la sexualidad y feminidad de las mujeres negras, tanto en la forma en que son construidas, como en el modo en el que son tratadas a través de prácticas que las oprimen de una forma específica. Para ella es fundamental, que ese reconocimiento pase por un análisis entrelazado de categorías, y no únicamente por el género, ya que ese estudio como única categoría de opresión resulta ser racista, por no atender otras interseccionalidades.

Por su parte, Lugones explica que el análisis del género, raza, clase, ha tendido a esconder la relación de intersección que existen entre ellas. Lo que ha traído como consecuencia ser indiferentes a las violencias que sufren las mujeres de color (2008, pág. 15). Asimismo, este estudio interseccional ha demostrado la exclusión histórica de las mujeres no blancas de las luchas liberatorias que se han llevado a cabo en el nombre de la Mujer.

De este modo, la interseccionalidad permite ver lo que no se ve cuando categorías como el género y la raza se conceptualizan de forma separada. Es por ello, que de acuerdo con Lugones las feministas de color se han movido conceptualmente hacia un análisis interseccional de esas categorías. Sin embargo, la forma en que se han construido, en ocasiones la intersección interpreta erróneamente a las mujeres de color. Es decir, si separamos las categorías “mujer” y “negra” se advierte que estas categorías por separado no incluyen a la mujer negra. En consecuencia, la autora refiere que solamente si percibimos al género y a la raza fusionados indisolublemente, podemos ver realmente a las mujeres de color.

  • Categoría de mujer.

Ambas autoras realizan una crítica de cómo se ha entendido la categoría de mujer desde los feminismos blancos, situación que ha evidenciado el racismo y la colonialidad del género. Es decir, tanto Carby como Lugones afirman que el término mujer en sí tiene un sentido racista, ya que históricamente las mujeres son aquellas burguesas blancas, heterosexuales, y se invisibiliza la deshumanización que la colonialidad del género implica (Lugones, 2008, pág. 25). 

Al respecto Carby señala que las generalizaciones sobre las vidas de las mujeres en las sociedades africanas y asiáticas se considerarían intolerables si fueran aplicadas a las vidas de las mujeres blancas en Europa o Norteamérica. De esta manera, la teoría feminista en Gran Bretaña es casi toda eurocéntrica y, cuando no omite la experiencia de las mujeres negras las sitúa en el escenario como “«mujeres del Tercer Mundo», en el que sólo actúan como víctimas de prácticas «bárbaras» y «primitivas» en sociedades «bárbaras» y «primitivas»” (2012, pág. 225 y 227).

Lugones por su parte establece que la categoría mujer definida anatómicamente y subordinada al hombre en todo tipo de situación resultó de la imposición de un estado colonial patriarcal. En el caso de las mujeres, la colonización fue un proceso tanto de inferioridad racial como de subordinación por razón del género. La autora afirma que uno de los logros del estado colonial, fue precisamente la creación de “mujer” como categoría. Es decir, las mujeres racializadas pasaron de ser concebidas como animales a ser consideradas como símiles de mujer en tantas versiones de ‘mujer’ como fueron necesarias para los procesos del capitalismo eurocéntrico global. Sin embargo, el estatus de las mujeres blancas no se extendió a las mujeres colonizadas (2008, pág. 29 y 34).

En consecuencia, tanto Carby como Lugones explican que el feminismo hegemónico blanco equiparó la categoría mujer blanca a mujer. Por ello Carby concluye el texto con esta frase poderosísima:

“[D]ebemos preguntar a las mujeres blancas, ¿a qué os referís exactamente cuando decís «NOSOTRAS»?” (2012, pág. 243).

  • Crítica a los feminismos hegemónicos blancos.

De los textos objeto de análisis se advierte que parte del surgimiento de los feminismos negros y descoloniales se funda precisamente en la invisibilización y omisión de incorporar otras categorías (como raza, clase, sexualidad) en la opresión de las mujeres. Por ello, estas autoras realizan una crítica a los postulados de las feministas blancas, con la finalidad de abrir y reivindicar espacios de aquellas mujeres que han sido violentadas y discriminadas no solamente por su género sino por otras categorías de opresión.

Es así como Carby explica que las feministas blancas no tienen en cuenta adecuadamente la experiencia de las mujeres negras, quienes no pueden señalar una única fuente de opresión (género) como lo hacen las mujeres blancas. Por ello las feministas negras se han quejado del desconocimiento de sus vidas por parte del movimiento de mujeres blancas. Existe un racismo incipiente por parte de este movimiento y se le da poca relevancia a la vida de las mujeres negras.

Por su parte Lugones refiere que los feminismos del siglo XX no hicieron explícitas las conexiones entre: género, clase y heterosexualidad como racializados. Por el contrario, enfocaron su lucha en contra de una caracterización de las mujeres como frágiles, débiles, tanto corporal como mentalmente, recluidas en el espacio privado sexualmente pasivas. Pero no se explicitó la relación entre estas características y la raza (2008, pág. 44).

Lo anterior, siguiendo a Carby, se ha dado porque los diálogos se han enfocado más en las diferencias empíricas visibles que afectan la vida de las mujeres negras y blancas, en lugar de desarrollar un enfoque teórico feminista que posibilite comprender la base de las diferencias (2012, pág. 223 y 224). De esa manera, también las mujeres blancas se sitúan en una relación de poder como opresoras de las mujeres negras.

Ahora bien, Carby explica que si bien la herstory[3] de las mujeres negras está conectada con la de las blancas, eso no significa que sean la misma historia, y mucho menos se busca que sean las feministas blancas quienes escriban las historias de las mujeres negras. Se ha observado que cuando las feministas blancas escriben su herstory y la llaman “historia de las mujeres” olvidan la vida y la relación con las mujeres negras. Esa investigación, escritura se realiza inevitablemente dentro de las relaciones racistas y reescribiendo la history (2012, pág. 210).

Al respecto Lugones pone como ejemplo que cuando inició el movimiento de liberación de la mujer, las feministas burguesas blancas se ocuparon de teorizar el sentido blanco de ser mujer como si todas las mujeres fueran iguales. Asimismo, explica la autora que, la lucha de las feministas blancas y de la «segunda liberación de la mujer» de los años 70 en adelante, “pasó a ser una lucha contra las posiciones, los roles, los estereotipos, los rasgos, y los deseos impuestos con la subordinación de las mujeres burguesas blancas”. Evidentemente, estas luchas no se ocuparon de la opresión de género de nadie más, al concebir “a ‘la mujer’ como un ser corpóreo y evidentemente blanco, pero sin conciencia explícita de la modificación racial. Es decir, no se entendieron así mismas en términos interseccionales, de raza, género, y otras potentes marcas de sujeción o dominación.” (2008, págs. 44, 46 y 47).

Esto no quiere decir, de acuerdo con Carby, que las mujeres negras quieran ser insertadas en el feminismo (blanco) de manera simbólica, para colorear el movimiento. Lo que se busca es una transformación de ese feminismo si quiere dirigirse a las mujeres negras, pero además tomando en cuenta que las narrativas y problemas de las mujeres negras no son cuestiones universales, ya que éstas no representan la experiencia y voces de TODAS las mujeres negras.

En conclusión y siguiendo a Lugones, a diferencia de las feministas blancas que no se han enfocado en cuestiones de colonialismo, las feministas descoloniales sí ven a la construcción diferencial del género en términos raciales.

Por último, me parece importante mencionar que en términos de Lugones y Carby la sororidad/solidaridad es un término del colonialismo que se funda en el racismo. Esta afirmación resulta más evidente en Lugones quien, en su texto explica que, por la omisión de analizar las diferencias e intersecciones raza, género y otras categorías de sujeción, por parte de las feministas blancas, no había necesidad de crear coaliciones con otras mujeres. De esta modo, asumieron que había una hermandad, una sororidad, un vínculo ya existente debido a la sujeción del género (2008, pág. 54).

En el caso de Carby no lo dice tan expresamente, pero podemos inferirlo a partir de las aportaciones que da en el texto. Adicionalmente porque para ella resulta fundamental que el movimiento de las mujeres blancas examine cómo el racismos excluye a muchas mujeres negras, situación que impide tener alineaciones incondicionales con las mujeres blancas. “En lugar de tomar a las mujeres negras como objeto de su investigación, las investigadoras feministas blancas deberían intentar destapar los mecanismos específicos de género y racismo entre las mujeres blancas. Éste, más que cualquier otro factor, perturba el reconocimiento de intereses comunes de hermandad entre las mujeres” (2012, pág. 241).

  1. REFLEXIÓN CRÍTICA

Ha sido muy ilustrativo analizar las voces de Carby y Lugones quienes desde dos visiones, experiencias y momentos distintos cuestionan postulados de las feministas de la segunda ola, principalmente aquellos relacionados con creer que existe un único sistema de opresión, así como la idea de MUJER como una noción universal.

Como se puede observar en el apartado anterior, los textos de Carby y Lugones son complementarios para dar una respuesta integral a las feministas blancas. Efectivamente, el feminismo descolonial del que habla Lugones incluye más categorías de lo que denominé “sujeto político del feminismo negro y descolonial”, es decir, no se limita exclusivamente a las mujeres negras como parece que así lo intenta demostrar Carby.

A pesar de ello, sería injusto intentar contrastar algunos de los postulados de estás teóricas, ya que el texto de Carby se publicó, por primera vez, veintiséis años antes que el de Lugones. Texto que ha sido influenciado por las feministas negras, ya que el feminismo descolonial es relativamente más joven (Espinosa, 2009).

De manera que, me parece más enriquecedor poder reflexionar cuatro aspectos: (a) ¿cómo evitamos interpretaciones erróneas al querer realizar análisis entrelazados entre el género y otra categoría de opresión, como lo es la categoría de “raza”?; (b) ¿los postulados y críticas establecidas en el apartado anterior siguen estando vigentes en la actualidad (cuarenta y un años después de la primera publicación de Carby y quince años después de la de Lugones)?;  (c) ¿existe la universalidad de generación de conocimiento con todo y el uso de epistemologías feministas? y (d) ¿Es la sororidad patriarcal, blanca y colonial?

  • Como se explicó en el apartado anterior ambas autoras resaltan la necesidad de realizar un enfoque interseccional entre las distintas categorías de opresión. Sin embargo, este análisis puede ser complejo e incluso podemos equivocarnos, si las categorías que se entrelazan realmente son categorías para violentar u oprimir a un grupo o a una persona. Por ello la pregunta que surge es ¿cómo evitamos interpretaciones erróneas al querer realizar análisis entrelazados entre el género y otra categoría de opresión, como lo es la raza?

Pienso en un caso que ejemplifica este dilema, Rosa Parks, quien con su negativa a cederle el asiento a un hombre blanco y moverse a la parte de atrás del autobús, como era la ley de la época de la segregación racial en 1955 en el sur de los Estados Unidos, provocó miles de manifestaciones por parte de la población afronorteamericana, que derivó posteriormente en el movimiento por los derechos civiles. Este caso ha sido utilizado en manifestaciones feministas, donde se ha exclamado incluso “Si Rosa Parks no cedió su asiento por un hombre, yo tampoco lo haré”.[4]

La pregunta es, ¿lo que le sucedió a Rosa Parks fue por ser mujer y negra, o solo por su condición de racialidad? Me parece que la respuesta es evidente, aquí no veo que exista una violencia por razón de género, solamente una opresión por motivos raciales. Ejemplos como estos podemos encontrar muchos, lo importante es saber identificar de manera clara las categorías que nos oprimen y cómo se entrelazarán unas con otras para poder hacer un análisis adecuado de interseccionalidad.

  • Otra cuestión que surge de los textos es: ¿siguen vigentes las críticas expuestas por Carby y Lugones? En algunos casos, el movimiento feminista (en palabras de las autoras, hegemónico blanco) continúa excluyendo a las mujeres de color de las luchas por sus derechos humanos, esto a pesar de la existencia de las corrientes feministas negras y descoloniales, de las férreas críticas y los esfuerzos por visibilizar las diversas categorías de opresión.

Es así como se sigue sosteniendo que el género es la única causa de opresión común entre todas las mujeres, y continúa la narrativa de la categoría mujer como una construcción universal y única. Lo cual ha llevado irremediablemente a concluir que tanto el género y la categoría mujer, en los términos expuestos, son claramente racistas. Adicionalmente, este feminismo blanco oculta las implicaciones del colonialismo como forma de opresión, convirtiéndose en opresoras de las mujeres de color.

Para ejemplificar esa afirmación tenemos la lucha de las mujeres por sus derechos político-electorales con la finalidad de llegar a cargos públicos en la misma proporción que los hombres. Desde sus inicios, la lucha se fundó en un discurso de defensa del principio de igualdad, rechazando la discriminación de las mujeres con base a su sexo, es decir, se buscaba tener las mismas oportunidades que tenían los hombres en la arena política (Nash,1994).

En México, el activismo feminista blanco ha impulsado acciones para lograr la paridad electoral, los mecanismos para su cumplimiento se fundaron exclusivamente en términos sexualmente dicotómicos y binarios (hombres-mujeres / femenino-masculino), de los que no se ha ocupado plena y profundamente en las cuestiones de las mujeres racializadas[5]. Es decir, el activismo feminista blanco no ha impulsado acciones a partir de un análisis interseccional. Por el contrario, se ha visto a las mujeres como una hegemonía, con una sola identidad, sin tomar en consideración otras formas de opresión que dificultan que todas las voces de las mujeres lleguen al poder.

Esta afirmación se demuestra con manifestaciones públicas que han realizado tanto autoridades como medios de comunicación. Por ejemplo, el periódico El País en junio de 2023, publicó una nota con el título: “El empuje de las mujeres en la política mexicana” donde señaló: “Las feministas se congratulan del ascenso femenino en la vida pública del país, pero la agenda de la igualdad se mantiene en la incertidumbre” (Breña, 2023).

Esta premisa, en la que parece fundarse el activismo para lograr una democracia paritaria, obliga a preguntarnos ¿Qué mujeres son las que están llegando a ocupar esos cargos? ¿Quiénes se están quedando fuera?

¿Los postulados de Lugones y Carby cómo pueden ser incorporados en esta agenda? Lo primero que se piensa para responder a esta pregunta es lo evidente: reconocer la interseccionalidad, introducirla en las discusiones feministas para identificar las múltiples dimensiones de opresión. Diversificar las voces, impulsar la desmitificación de la homogeneidad de la categoría mujer.

Esto es una tarea compleja, porque como se ha explicado es precisamente lo que han estado impulsando los feminismos negros y descoloniales, así que las estrategias tendrán que ser otras. Será importante dejar de ver a los movimientos de forma separada y con una agenda distinta.

Por ello, a partir del reconocimiento de sus diferencias, estos feminismos deberían unir sus luchas, identificando aquellas demandas que pueden ser coincidentes y, que se puedan llegar acuerdos donde los movimientos vayan en una misma dirección. Es decir, tanto las mujeres de color como las mujeres blancas deben comprender que no se trata de buscar una unidad homogénea, sino de comprender las diferencias, ya que ninguna mujer es igual a otra. Sin embargo, sí podemos encontrar una serie de aspectos comunes, para llegar a consensos.

Me parece interesante interpelar los textos de Carby y Lugones sobre su afirmación de la universalidad de la generación del conocimiento. Considero muy provocadores los textos cuando afirman que las mujeres blancas escriben su historia, olvidando la vida y relación con las mujeres de color, o peor aún que se hable por las mujeres de color.

En principio comparto esta afirmación, ya que al considerar la categoría de mujer como única y universal, es fácil caer en este tipo de situaciones. Sin embargo, cuestiono si el postulado que hacen las autoras también encierra una falacia de petición de principio. Es decir, para ellas, las feministas blancas, hacen generalizaciones de las historias de las mujeres, pero ¿no es justamente lo que están haciendo estos textos?

Me parece que las autoras realizan también generalizaciones sobre cómo las feministas blancas, que tratan de escribir sobre la historia de las mujeres, lo hacen a partir de un conocimiento sesgado e incluso racista. Me parece que pierden de vista, o al menos no se detienen a criticar, qué pasa con la epistemología feminista, la cual precisamente invita a no pensar a la mujer como única y universal. Si bien, se puede inferir que quizá no hacen los estudios desde la epistemología feminista, valdría la pena al menos afirmarlo, cuestionarlo, o criticarlo.

Por otro lado, también me pregunto si lo mismo que están criticando las autoras (generalización de conocimiento) no es precisamente lo que están haciendo, es decir, unificar las voces de las mujeres de color, sin tomar en consideración en sus textos que incluso las mujeres de color, que comparten ciertas característica -tono de piel, la situación de ser colonizadas etcétera- son diferentes entre sí, y que tampoco sufren las mismas opresiones. Por ello, estimo que debieron establecer desde donde estaban investigando, e incluso hacerse cargo que sus propias investigaciones podían caer en estos sesgos de tratar de establecer un conocimiento homogéneo.

Finalmente, algo que me pareció sumamente interesante y revelador fue la posición sobre la sororidad. De la interpretación que realizo de las lecturas encuentro que efectivamente este término es patriarcal, racista y colonial. Lo cual tiene todo el sentido, si el feminismo hegemónico invisibiliza las otras categorías de opresión por considerarlas menos relevantes, o bien para que la opresión del género sea la única válida y aceptable, es lógico que cuando se habla de sororidad refleje estructuras de poder patriarcales, eurocéntricas y coloniales.

Es decir, bajo los postulados expuestos, la sororidad puede ser utilizada como un instrumento para mantener estructuras de poder existentes, especialmente cuando no se abordan críticamente las diferencias y desigualdades. De manera que, este concepto puede convertirse en un problema, sino se abordan de manera consciente y activa las dinámicas de poder patriarcales, blancas y coloniales, que pueden existir dentro de la sororidad.

CONCLUSIÓN

El diálogo entre Carby y Lugones, nos invita a replantear las bases del feminismo hegemónico blanco. La universalidad de la categoría «mujer» es cuestionada, exponiendo las limitaciones de un enfoque centrado en una única opresión. La interseccionalidad se presenta como clave para abordar las experiencias multifacéticas de las mujeres de color. La crítica a la sororidad patriarcal y colonial resuena poderosamente, llamando a una transformación fundamental en la comprensión de los feminismos.

Este diálogo, lejos de ser una confrontación, ofrece una oportunidad valiosa para construir feminismos más incluyentes y genuinamente liberadores, donde todas las voces importen y ninguna queda en la sombra de la opresión, de la colonialidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1      Breña, C. M. (2023). El empuje de las mujeres en la política mexicana. EL PAÍS.

  • Carby, H. V. (2012). Mujeres blancas, ¡escuchad! El feminismo negro y los límites de la hermandad femenina. En M. Jabardo, Feminismos negros. Una antología (págs. 209-244). Madrid: Traficantes de sueño.
  • Espinosa, Y. (2009). ETNOCENTRISMO Y COLONIALIDAD EN LOS FEMINISMOS LATINOAMERICANOS: COMPLICIDADES Y CONSOLIDACIÓN DE LAS HEGEMONÍAS FEMINISTAS EN EL ESPACIO TRANSNACIONAL. REVISTA VENEZOLANA DE ESTUDIOS DE LA MUJER, 37-54.
  • Lugones, M. (2008). Colonialidad y Género: Hacia un Feminismo Descolonial. En W. Mignolo, Género y Descolonialidad (págs. 13-54). Buenos Aires: Ediciones del Signo.
  • Jabardo, M. (2012). Introducción. Construyendo puentes: en diálogo desde / con el feminismo negro. En M. Jabardo, Feminismos negros. Una antología (págs. 27-56). Madrid: Traficantes de Sueños.
  • Mariana Favela, R. A. (2020). María Lugones, feminista descolonial, diaspórica y peregrina. Obtenido de Latin American Studies Association: https://forum.lasaweb.org/files/vol51-issue4/In-Memoriam-1.pdf
  • Nash, Mary (1994), El feminismo, en Cuadernos del mundo actual, N.º 47, Grupo 16: Madrid.

[1] Lugones utiliza este concepto porque en su opinión esta denominación abarca a las mujeres indígenas, mestizas, mulatas, negras.

[2] En Lugones, como veremos más adelante, realiza o tiene un concepto más amplio de quienes son las mujeres que representa el feminismo descolonial. Mientras que en el caso de Carby lo limita a las mujeres negras, con alguna precisión que se verá. 

[3] Se refiere a la historia de la mujer, como una forma de reclamar una narrativa propia y exigir que la historia de las mujeres fuera incluida en la oficial. Se retoma este concepto, porque en la traducción no se encontró una palabra que tuviera la misma fuerza.

[4] Esta fotografía se inserta en una manifestación en contra de que las personas trans ocupen los baños que corresponden a su identidad de género.

[5] Resulta importante destacar que el Tribunal Electoral ha intentado realizar un análisis de interseccionalidad con relación a las comunidades indígenas. Por ejemplo, el Tribunal extendió el principio de paridad a los sistemas normativos internos de los pueblos y las comunidades indígenas. En los recursos de reconsideración 16/2014 y 438/2014, la Sala Superior determinó que debe preservarse la equidad de género en elecciones por derecho consuetudinario.

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