“El camino al éxito, es la actitud”, “Si quieres ser millonario, levántate a las 5:00 am”, “Trabaja mientras todos duermen” y “Deja de atraer la pobreza”, son solo algunas de las frases que podemos encontrar en redes sociales, pero ¿qué nos hacen pensar lo contrario a que si trabajamos duro, saldremos adelante?
En un país donde 36 de cada 100 personas se encuentran en situación de pobreza, [1] estas frases pueden resultar simplistas e incluso desalentadoras para aquellos que luchan por satisfacer sus necesidades básicas día a día. La realidad es que el acceso equitativo a oportunidades y recursos es fundamental para poder aspirar a mejores condiciones de vida.
No se trata solo de tener una actitud positiva o de trabajar duro, sino de contar con un entorno que brinde las condiciones necesarias para el desarrollo personal y profesional. Es cierto que el esfuerzo y la determinación son importantes, pero también lo son las políticas públicas que promueven la igualdad de oportunidades y el acceso a una educación de calidad, atención médica adecuada, empleo digno y vivienda segura. Sin estas bases sólidas, las frases motivacionales pueden resultar vacías para aquellos que luchan contra la pobreza y la desigualdad.
La “meritocracia”, término que postula que el éxito se basa en el mérito y el esfuerzo personal y, que apoya estas frases, puede ser un concepto inalcanzable para quienes enfrentan desigualdades estructurales y barreras socioeconómicas.
Este concepto, se acuñó en 1958 por el sociólogo británico Michael Young en su obra «The Rise of the Meritocracy», donde presentó una visión distópica de una sociedad gobernada por una élite basada en el mérito individual y, en la cual, advirtió sobre los riesgos de que se convirtiera en una nueva forma de aristocracia que perpetuara desigualdades y excluyera a quienes tienen menos oportunidades. Sin embargo, actualmente, el término ha sido ampliamente adoptado en el discurso político y social, lo que ha generado críticas debido a su incapacidad para abordar las desigualdades estructurales y los privilegios inherentes que pueden influir en la distribución del éxito y el poder en la sociedad.
Ahora bien, la meritocracia enfrenta desafíos significativos en su aplicación práctica, ya que aunque presupone una igualdad de oportunidades basada en el talento y el esfuerzo, en la realidad puede no ser equitativa. Los sistemas meritocráticos tienden a favorecer a quienes ya tienen ciertos privilegios, y los méritos y oportunidades no se distribuyen de manera justa en la sociedad. Factores como el acceso desigual a una educación de calidad, las conexiones sociales y el nivel de ingresos pueden influir en las oportunidades que tienen las personas para demostrar su talento y alcanzar el éxito.
Por ejemplo, la educación, considerada fundamental para el desarrollo del potencial individual, está fuertemente influenciada por el estatus socioeconómico de las familias. Aquellos con recursos económicos y acceso a instituciones educativas de calidad tienen más posibilidades de desarrollar sus habilidades y lograr el éxito académico y profesional, en comparación con aquellos que enfrentan barreras económicas y sociales.
Esta disparidad en el acceso a la educación y otros recursos esenciales crea una brecha en la distribución del mérito y perpetúa ciclos de desigualdad intergeneracional. Según el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), en México, la movilidad social se ve severamente obstaculizada por la falta de oportunidades equitativas. De hecho, las cifras que presenta, menciona que 7 de cada 10 personas nacidas en pobreza terminarán su vida en esa misma condición. Además, señala que la mitad de los individuos nacidos en el quintil[2] más bajo de la población mexicana permanecerán en esa posición, y apenas cuatro de cada 100 lograrán un aumento significativo en sus ingresos.
Eso nos lleva a que la idea de la meritocracia, que se base únicamente en el esfuerzo y el talento individuales, resulta ser un ideal inalcanzable en la realidad. Aunque se presenta como un sistema justo para alcanzar la movilidad social, la meritocracia se ve afectada por limitaciones y desigualdades que obstaculizan su implementación completa. Razón por lo cual, las mujeres y otros grupos históricamente discriminados encuentran importantes obstáculos que dificultan su acceso a las mismas oportunidades y recursos necesarios para sobresalir.
En última instancia, la meritocracia continuará siendo un objetivo inalcanzable mientras persistan las desigualdades arraigadas en la sociedad. La verdadera igualdad de oportunidades solo se hará realidad mediante la eliminación de las disparidades estructurales y la implementación de políticas que aseguren un acceso justo a la educación, el empleo y otros recursos esenciales. Es esencial avanzar hacia una sociedad donde el mérito y la dedicación sean los verdaderos impulsores del éxito. Sin embargo, este ideal solo podrá materializarse cuando se aborden y superen las desigualdades que actualmente obstaculizan el camino hacia la igualdad de oportunidades.
Referencias:
- Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, (2022). Resultados sobre la medición de pobreza multidimensional en México. https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/PobrezaInicio.aspx
- Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), (2022).
- Young, M., (1958). The Rise of the Meritocracy: A Philosophical Critique.
Principio del formulario
[1] Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, 2022. Resultados sobre la medición de pobreza multidimensional en México. https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/PobrezaInicio.aspx
[2] El quintil 1 representa a los hogares con menos ingresos y el quintil 5 a los que perciben mayores ingresos.
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