
@MariaLJaimesB
“El amor no es solo un sentimiento, es una decisión, una ética”, dice Laura Restrepo en su obra Delirio. En estos años habitando entornos difíciles, hemos buscado formas de ejercer un liderazgo distinto en un mundo en constante transformación. Y la respuesta, una y otra vez, ha sido el amor.
Liderar va más allá de gestionar equipos y alcanzar objetivos. Es poner en el centro a las personas, cultivar la empatía, sostener convicciones y defender principios. Un liderazgo que nace del amor es, ante todo, una forma de creer: en el potencial del equipo, en la validez de sus sueños y en la posibilidad de construir juntos un futuro mejor.
Esa fe se traduce en una capacidad para inspirar y motivar no a través de la autoridad, sino desde la conexión, la confianza y el cuidado. Para muchos, hablar de amor en el liderazgo o en la política puede sonar ingenuo o fuera de lugar en un mundo competitivo y enfocado en los resultados. Una noción tan romántica como el idealismo en las relaciones internacionales, donde la cooperación y la paz a menudo se enfrentan a las lógicas del poder y el interés nacional.
Debemos aferrarnos a la idea de que para transformar el mundo hay que pensar y actuar distinto. Es la certeza de que, más allá de las tareas y las metas, existe una fuerza que nos mueve, nos conecta y nos impulsa a ir más allá de nosotros mismos. Esa es la fuerza que permite que las verdaderas revoluciones -las que tocan el corazón de las personas- se hagan realidad.
Liderar con amor es reconocer que cada persona es un mundo con aspiraciones y desafíos, y que encontrar un entorno de apoyo es esencial para su crecimiento. Pilar Quintana, en La perra, habla sobre esa sensibilidad hacia la fragilidad y la necesidad de protección en los vínculos. Un liderazgo amoroso crea espacios seguros donde se pueda habitar sin miedo a las equivocaciones.
En un contexto donde a menudo se celebra la dureza, el liderazgo desde el amor llega como un nuevo paradigma para transformar. Esta es una invitación a redefinir el éxito: no solo en términos de logros, sino en el impacto que dejamos a los demás. Es un llamado a liderar con el corazón y a cuidar, con ternura y firmeza, a quienes hacen posible los sueños.
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