Denisse G. Gómez1
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Una mujer que admiro me compartió un consejo que me acompañaría a lo largo de un par de rupturas amorosas y le daría sentido a mi soltería, incomprendida por tantos: “Hay que saber estar con alguien que te dé alas para volar”. Ella contaba que el motivo de su divorcio fue que él no supo manejar el éxito que ella comenzó a tener años después de su relación. Cuando se conocieron, era una académica comprometida. Años después, se convirtió en PhD de Princeton y en una de las politólogas más reconocidas de México. Él no pudo con eso.
¿Cómo saber si estás en una relación que te da alas para volar cuando aún no has despegado el vuelo? Empecemos por distinguir las formas de apoyo que una pareja tiende a dar. A mi parecer, hay tres principalmente.
Está el que te limita a volar, el que deja claro que sus términos y condiciones implican mantener el status quo de las primeras etapas de la relación. Expresa explícitamente su deseo de estar con una mujer que se dedique exclusivamente a maternar a sus hijos y minimiza abiertamente el trabajo remunerado de las mujeres. En ocasiones, incluso habla con envidia de las “amas de casa”, como si fuera un lujo aspiracional y no una limitante que él mismo impuso a su pareja.
Luego está el que “te deja volar”. Esta forma de apoyo puede ser la más confusa, porque refleja el propio conflicto interior de la pareja que decide apoyar, pero no sabe hasta dónde. A veces se muestra solidario hasta convertirse en un confidente de los sueños y ambiciones de su pareja. Da la apariencia de estar allí para ti porque incluso lo está: te acompaña cuando se lo pides, te escucha y aconseja por voluntad propia, pero no lo hace de manera desinteresada. Está contando el tiempo y el apoyo que ha dado, porque te está preparando la factura por lo que ha invertido en tus proyectos.
Al ver evolucionar tu interés, pasión o éxito en el proyecto o trabajo, se asusta. Te quiere ver volar, pero quiere ser él quien te “deje hacerlo”. Busca capitalizar su apoyo: a través de su consejo, escucha o actos de generosidad, forma una atadura entre tus logros y él. Como si los obtuviste gracias a él. No se puede tratar solo de ti; él tiene que sentir que la última palabra es suya. Que aunque estás volando, lo haces bajo sus términos y condiciones.
En tus mejores o peores momentos, cuando necesitas a alguien que haga algo por ti o que te celebre, quizás no sea confiable. Porque, como dijimos antes, lo hará cuando él quiera y como él quiera. Quizás hasta se ofenda si le pides apoyo con algo mundano o administrativo en un momento que para él no es conveniente. Debes cuidar lo que le pides y expresar mares de agradecimiento por lo que para ti está implícito en un amor generoso, porque sabes que tú lo habrías hecho por él. Eso y mucho más.
Y aunque la tendencia de muchas mujeres es sentirse honradas y agradecidas por estar con alguien que les “permite” volar, la cruda realidad es que, sola, quizás hubiera sido más fácil. Porque ahora te encuentras en deuda, y él te lo cobrará eventualmente. Y lo peor: el precio también lo pondrá él. Te recordará constantemente su «entrega de aquella vez», limitando tu espacio para pedir o reclamar cualquier otra necesidad emocional.
Esto te obliga a cuestionarte: si algún día enfrento una situación crítica, ¿estará él a la altura de apoyarme incondicionalmente sin recibir nada a cambio? ¿O me dejará en una bancarrota emocional?
Finalmente, está el que te da alas para volar. Esta forma de apoyo es la que, sin darte cuenta, un día te lleva a estar en las alturas y, al voltear, ves que tu pareja está allí, sosteniendo una escalera para que subas más alto. Una imagen lo describe mejor que mis palabras. En el Festival de Cannes de 2019, honraron la vida de Agnès Varda, una de las cineastas más importantes de la historia. La portada de esa edición fue la icónica fotografía donde ella se encuentra grabando con una cámara muy alta. Debajo de ella está su pareja sobre un banco, poniendo su espalda para compensar la brecha que no la dejaba alcanzar la cámara.
Jacques Demy, como ella, un célebre director de cine, se volvió su cómplice, su compañero de vida y de profesión. Él la celebraba y ella igualmente le brindaba tributo. Admiración mutua. Cuando a ella la invitaron a grabar en Hollywood, él la acompañó mientras pudo. Y ella hizo lo mismo cuando él viajaba. Amor libre, desinteresado y generoso. En una industria dominada por hombres, él le abrió camino. Alzó la voz cuando le quitaban el crédito o la minimizaban. Él puso en riesgo sus amistades y su propia carrera por defenderla. Ella grabó una película sobre la vida de Jacques, honrando su vida.[1] Un apoyo que trasciende la palabra y se convierte en acción.
Para identificar qué tipo de apoyo estás recibiendo, tres preguntas pueden ser útiles:
Cuando compartes con tu pareja proyectos profesionales o sueños, ¿se interesa genuinamente en ellos?
Es importante compartir tus pasiones y no dejarlas a un lado. Muchas veces, las mujeres terminamos en un segundo plano dentro de las relaciones, adaptándonos a los planes del proveedor, sacrificando nuestro tiempo y sueños. Primero ocultamos ciertas partes de nosotras y, sin darnos cuenta, terminamos escondiéndonos de nosotras mismas. Olvidamos que alguna vez quisimos volar, y así, el abandono de nuestros sueños parece una decisión propia en lugar de una imposición social. Compartir tus aspiraciones es una forma de recordarte a ti misma quién eres, más allá del rol de novia, esposa o madre.
¿Muestra apertura para apoyarte en cumplir tus sueños?
Escuchar y mostrar interés es un primer paso, pero no es suficiente. Apoyar significa actuar, implica esfuerzo y, en muchas ocasiones, ceder. Las mujeres solemos asumir el rol de quienes se adaptan. Cedemos tanto que terminamos fundiéndonos con la vida del otro, hasta que cualquier deseo propio que amenace la estabilidad de la relación nos parece egoísta. Pero no hay que temer compartir ese rol. Las relaciones sanas no son calles de un solo sentido, sino avenidas de doble vía, donde ambos ceden y apoyan. Es fundamental encontrar espacios propios en la relación, en lugar de adaptarnos por completo a la vida del otro.
¿Te da crédito por tus logros, opiniones o decisiones?
Cuando el proveedor ocupa el espacio profesional—como suele ser el caso de los hombres—, es común que monopolice la toma de decisiones, sobre todo en lo que concierne al ámbito público: política, noticias, economía. Las mujeres, relegadas a lo doméstico, ven sus opiniones cuestionadas y sus logros minimizados. Por eso, es importante observar si tu pareja te escucha sin interrumpirte, respeta tus decisiones y celebra tus logros.
A veces subestimamos a nuestras parejas y justificamos sus ausencias con el hecho de ser hombres, como si fueran analfabetas emocionales incapaces de evolucionar. Otras veces, la realidad está frente a nosotras, pero no queremos verla. Sí, estas preguntas pueden llevar a conversaciones incómodas y a descubrir verdades dolorosas, pero también pueden ser el punto de partida para construir una relación basada en el respeto mutuo, donde seas libre y vivas sin ataduras.
Si te encuentras sin alas, recupéralas. Vuela lejos de quien te quiere sentada. Que te dejen volar no es suficiente; que no te dejen volar es inaceptable. Si no encuentras tus alas, sal de donde estás y búscalas, porque ya las tienes. Y si alguna vez dudas, recuerda las palabras de Frida Kahlo: «¿Pies, para qué los quiero, si tengo alas para volar?»
[1] Jacquot de Nantes
- Abogada egresada de la Universidad Panamericana y maestra en Derechos Humanos por la Universidad de Columbia en Nueva York. Actualmente, trabaja en Fox Horan & Camerini, firma de abogados con enfoque internacional en Nueva York ↩︎
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