
Itzel Villeda Torres
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Como mujeres hemos tenido que pasar por experiencias nada agradables, también aprendemos que las personas vienen y van, y nos acostumbramos a eso. Estamos (casi siempre) preparadas para aceptarlo. Pero es triste, y a veces cuesta admitir cuando sabemos que algo o alguien nos violenta. Es ahí cuando (aunque duela) tomamos decisiones.
Pero si esa violencia viene de otras mujeres todo se complica. Si es de forma directa, en otras palabras, ejercida por “ellas”. O indirecta, es decir, legitimada (cuando detrás de “ellas” hay uno o más opresores: hombres).
Pienso que puede suceder de ambas formas: Que la violencia sea un hecho que se presente entre mujeres (porque ser mujer no significa que seas consciente o que tengas las mejores intenciones con otra mujer, a pesar de la amistad o el vínculo que pueda existir entre ambas).
Pero la violencia también puede ser ejercida desde un hombre a través de mujeres violentando a mujeres en un contexto social, político o institucional ¿Por qué? Por querer ser deslindando de cualquier responsabilidad o antecedente de violencia, de esta forma “deja de involucrarse”. Sí, miedo y cobardía.
Como amiga que fui, escribo. Escribo porque sé que es difícil pasar por algo así, porque es todo un proceso asimilarlo y enfrentarlo.
Y duele. Duele porque te encuentras completamente sola en un contexto lleno de revictimización, misoginia, machismo y acoso. Un ambiente violento e injusto en el que haces de todo por defenderte, por ser escuchada.
Pienso en las mujeres con experiencias similares. Por nosotras, que no importa la situación en la que hayamos estado, pero que nos hemos venido abajo sintiéndonos impotentes.
Hoy les digo que no están solas, que siempre habrá otras mujeres y también hombres que las abracen, que las respalden y las apoyen. Quiero decirles que no vale la pena culparse por lo que pudieron o no pudieron haber hecho. Hoy les digo que hicieron lo mejor por ustedes en ese momento, que son valientes y fuertes.
No, no fue tu culpa.
Duele perder a una amiga, duele la indiferencia y duele que “ella” o “ellas” te revictimicen. A pesar del daño, pienso que es mejor convertir ese dolor que te causaron en algo que te haga florecer y sanar. No justifico ninguna acción ni minimizo experiencias, pero creo que es una de muchas formas de reivindicarte.
Y deseo, desde aquí, que “ellas” también lo hagan.
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